As we enter the holy season of Advent, I would like to share the Ignatian spiritual highlights from my homily last Sunday. I believe they can be helpful as we begin our Advent Journey of 2020. This is the first part of a two part offering.
St. Ignatius of Loyola invites us in his spiritual text, The Spiritual Exercises, to consider the Call of Christ our King. To enter this Ignatian spiritual exercise, we first must understand the biblical reference to the Kingdom of God. For Ignatius it was clear that this Kingdom expresses God’s dream for the world. Imagine what the world would look like if everyone acknowledged God as Creator and Lord and if everyone followed God’s law of love and life! Jesus spoke of the kingdom of God and revealed most completely God’s dream of the world in how he lived, taught, healed and served others. To enter this prayer, we must first open ourselves to Christ’s call in our life and to be willing to do what Christ asks of us, perhaps easier said than done.
In Fr. Kevin O’Brien, S.J.’s book, The Ignatian Adventure: Experiencing the Spiritual Exercises of St. Ignatius in Daily Life, He writes: “At times we me resist opening our ears to Christ’s call because we are afraid of what we’ll hear. Or we may resist because we have an image of God as imposing the divine will on us to make us pay for some past sin. To the contrary, God’s call is meant to give us a fuller life of deeper meaning and authentic joy. Far from being imposed from above, God’s will—or God’s desire—for us is found in our deepest, truest desires.” (154) Let us now enter what Ignatius calls: The Contemplation of the Kingdom of Jesus Christ, the call of Jesus Christ.
Ignatius is clear; Christ summons the best from us, calling us to the magis, to greater service and generosity. Christ invites us as a co-laborer, in a partnership with Him and, by extension, a collaborative enterprise with other Disciples of Christ. Ignatius suggests that we pray with Matthew 4:18-25 (call of the disciples) and Matthew 3:13-17 (Jesus’ Baptism) and ponder in our prayer and contemplation this question: What desires, dreams, concerns, fears, or hopes does Christ’s invitation stir in me? How am I moved to respond now?
We’ll continue our Ignatian spiritual exercise next week in part 2 as we together journey with the Christ of Advent, calling us to ponder that ultimate question: Who is in charge of my life?
Al principio del tiempo sagrado de Adviento, quisiera darles un resumen de los puntos destacados ignacianos que mencioné en mi homilía el domingo pasado. Espero que sean de provecho en nuestra peregrinación del Adviento 2020. (Esta es la primera parte de dos.)
Los Ejercicios Espirituales, un libro de oración escrito por San Ignacio de Loyola, nos invita a considerar “El Llamado de Cristo Rey”. Para empezar, es importante comprender cómo la Biblia entiende el Reino de Dios. Para la Biblia, y para San Ignacio, se refiere al sueño que Dios tiene para el mundo. Imagínense cómo el mundo sería si todos reconocieran que Dios es Creador y Señor, y si todos obedecieran la ley divina de amor y de vida. Era Jesús mismo el que hablaba del Reino de Dios, y — por su modo de vivir y de enseñar, y por su modo de sanar y servir a los demás — revelaba el sueño de Dios. Para poder orar con Jesús es preciso abrir el corazón para recibir y aceptar la llamada de Cristo, y luego poner en práctica lo que nos pide — a lo mejor sería más facil decir que hacer.
El Padre Kevin O’Brien, sacerdote jesuita, escribió un libro que se llama: “La Aventura ignaciana: Cómo vivir los Ejercicios Espirituales en el día a día.” En él dice: “Puede que a veces nos resistamos a abrir los oídos al llamado de Cristo por temor a lo que vamos a oír. O podemos resistirnos por tener la imagen de un Dios que nos impone la voluntad divina y nos hace pagar algún pecado del pasado. Por el contrario, el llamado de Dios pretende darnos una vida más plena, con un significado más hondo y alegría auténtica. Lejos de imponerse desde arriba, la voluntad de Dios — o el deseo de Dios — para con nosotros se encuentra en nuestros propios deseos más profundos y verdaderos.” (Página 146). Con esto comencemos la meditación a la que San Ignacio da el título: “Contemplación del Reino de Jesucristo: el Llamado de Jesucristo.”
San Ignacio habla bien claro: Al llamarnos, Jesús pide que le demos lo mejor (magis en latín),o sea, nos llama al servicio mejor y a la generosidad mejor. Jesús nos invita a trabajar con él, como socios asociados con él, tomando la iniciativa con los demás discípulos de Cristo. Por lo tanto, según el plan de San Ignacio, leamos y contemplemos dos textos bíblicos: Mateo 4, 18-25 (Jesús llama a los discípulos); y Mateo 3, 13-17 (Jesús es bautizado). Luego tratemos de responder a las preguntas siguientes: Cuando Jesús me llama a mí, ¿cómo me siento? ¿Cuáles son los deseos, sueños, temores o esperanzas que su llamado promueve en mí? ¿Cómo la invitación de Jesús me urge a responder en el momento actual?
Volveremos a este ejercicio ignaciano la próxima semana, mientras caminamos con el Cristo que encontramos en el Adviento, el Cristo que nos urge a responder a la cuestión profunda: “Quién dirige mi vida?”
Comments