What surfaces again throughout these readings is the powerful lesson that was established in such a vivid way on the feast of the Epiphany. No nation, race or a person, regardless of how distant, hated or godless, is eliminated from God’s concern.
God’s grace is overwhelming and powerful and cannot be measured by any human bar graph. God’s love is without limits and gently flows where it will. It scales the heights of the highest mountains and plummets to the depths of the deepest seas.
Jesus came to save as many as would listen, wanting no one to perish. Therefore, over and over again, he hints that time is needed for preparation. He doesn’t do this to scare or cause anxiety. He asks because he loves creation and wants us with him for all eternity. After all, that was his plan from the moment he declared that he was our God and we are his people.
The Scriptures embolden believers to keep a willingness to meet the Lord evident in their daily lives. The best time to start is with the present moment. Every day has its unique gift of another present moment. God sends them as plentifully as he does the sunsets. Their abundance gives disciples the time needed to fix what is broken in their lives and heal important relationships.
Jesus cannot be more persuasive than he is in today’s Gospel. Without fear and needless anxiety, he begs everyone to take some time to think about their end times and plan. He suggests that his followers select the next present moment as the place to begin. Then let the Holy Spirit shed light on the best way to proceed.
Let us pray throughout this coming week the words from today’s Psalm:
Your ways , O Lord, make known to me; teach me your paths, guide me in your truth and teach me, for you are God my Savior (Psalm 25:4-5)
Al meditar las Lecturas bíblicas de la misa de hoy, lo que surge es la poderosa lección que ya se destacó en la fiesta de la Epifanía: Ninguna nación, raza o persona, cuán lejana, cuán maldita o cuán atea que esté, está fuera de la preocupación de Dios.
La gracia de Dios es irresistible y poderosa; no puede medirse con ningún gráfico de barras humano. El amor de Dios no tiene límites y fluye con delicadeza donde quiere. Escala las montañas más altas y penetra los mares más profundos.
Jesús vino a salvar a todo aquel que quería escucharle, sin desear la muerte de ninguno. Por lo tanto, una y otra vez insinúa que la preparación es precisa. No lo dice para asustar o causar ansiedad, sino porque ama la creación y quiere que estemos con él por toda la eternidad. Ese era su plan desde que declaró que él era nuestro Dios y nosotros su pueblo.
Las Escrituras animan a los creyentes a encontrarse con el Señor en su vida diaria. El mejor momento para comenzar es con el momento actual. Cada día nos ofrece una serie de momentos especiales que dejan ver la presencia de Dios. Dios envía esos momentos tan abundantemente como las puestas de sol. Su abundancia les da a todo discípulo el tiempo necesario para arreglar lo que está roto en su vida y para sanar relaciones importantes.
Jesús no puede ser más persuasivo de lo que es en el Evangelio de hoy. Sin ocasionar miedo ni ansiedad innecesaria, Jesús les ruega a todos que se tomen un tiempo para pensar en el fin de su vida, y para hacer los preparativos apropiados. Sugiere que sus seguidores comiencen con el próximo momento actual. Luego, que el Espíritu Santo arroje luz sobre la mejor manera de proceder.
Meditemos durante esta semana las palabras del Salmo de hoy: Hazme saber, oh Señor, tus caminos; enséñame tus sendas; guíame en tu verdad y enséñame, porque tú eres Dios mi Salvador. (Salmo 25, 4-5)
Comments